historia de la cebra
Una cebra muy bonita de la selva africana se llama Quica. Un día se fue de paseo y una leona hambrienta se la quería comer, salió corriendo y se fue con su manada y se comió a casi todos sus amigos de la manada.
Se escondió en una cueva y la leona se fue. Volvió con su manada y no la querían porque la leona se comió al resto de sus amigos y Quica se escapó.
Entonces la cebra Quica se fue a vivir a la cueva que ella encontró. La leona la quería a ella pero nunca más volvió a ver a la cebra Quica porque la cueva era oscura y a la leona no le gustaba la oscuridad.
historia del caballo
Durante milenios, el caballo no fue más que una pieza de caza para servir de alimento al hombre prehistórico. Su velocidad de galope no permitía abatirle fácilmente con los medios rudimentarios de entonces. | ||
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En la edad de bronce el hombre se percató de que el caballo podría convertirse en un elemento utilitario y no sólo como alimento. El caballo empezó a emplearse como elemento de trabajo. En la historia de la humanidad, el caballo se convirtió en pieza vital de una nueva era. Según todos los indicios, el caballo no tuvo su origen en Europa, sino que fue importado de alguna apartada región oriental para su utilización doméstica. Todo apunta a que fue el autor ateniense Jenofonte, nacido en el año 440. A.C. en el seno de una familia aristocrática y alumno predilecto de Sócrates quien escribió la primera manifestación sobre el "arte ecuestre". No solo escribió acerca del caballo, sino que extendió su estudio al jinete, a la caballería y al mando de la misma en su acción colectiva. Es importante hacer notar que la caballería era el cuerpo militar predominante en los ejércitos persas y griegos, e incluso entre las hordas bárbaras anteriores a nuestra era. Todavía se montaba a pelo, pero ya se jugaba al Polo en Persia. En esta época aparece el primer caballo famoso en la historia : "Bucéfalo" el caballo de Alejandro Magno, cazado y domado por él. A lomos de este caballo Alejandro Magno conquistó países colindantes con el mar Mediterráneo, el mar Negro y el Golfo Pérsico, llegando desde Grecia hasta la India. Siempre a caballo. | ||
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Más tarde, durante la dominación bizantina, Constantino consiguió poner en marcha un ejército de caballería de aproximadamente 150.000 hombres perfectamente montados, y fue entonces, cuando apareció la silla con estribos y el hierro de la herradura sustituyó a la defensa de cuero o hiposándalo. Es la época de los mercaderes de caballos que vendían ejemplares procedentes de los países bárbaros del Norte de Oriente y, también de Arabia. Finalmente, llegó la invasión de los bárbaros de Atila. Los hunos llegaron a Roma desde las orillas del mar Caspio, y los árabes llegarían a las puertas de Poitiers en el año 732. Sin embargo, mucho antes, y también atravesando la península Ibérica hasta llegar a Francia los cartagineses de Asdrubal pasaron por España, camino de Italia, con veinte mil caballos Libios, la raza más estimada en aquellos tiempos en que el material equino era de una utilidad indiscutible y se le exigían características determinadas y especiales. A la muerte de Asdrubal, su cuñado Aníbal sacó de España con objeto de vencer a los romanos, doce mil caballos con hombres y pertrechos. Esta caballería se acreditó en sus marchas a través de los Pirineos y los Alpes, y esta vez los ejemplares eran peninsulares. Gracias a ella Aníbal se apuntó las resonantes victorias en Tessino, Trebia, Cannas y Trasimeno. La dominación cartaginesa hizo mucho en favor de la calidad del caballo netamente español al introducir la sangre de los excelentes corceles libaneses y berberiscos. Pasamos a la Edad Media. La caballería Española, que estaba considerada como "Escuela de Caballeros" los hijos de los grandes señores o caballeros de alcurnia pasaban su infancia y adolescencia sometidos a una estrecha vigilancia y una constante preparación. Primero bajo la tutela materna y luego bajo la de un preceptor, y cuando apenas tenían diez años eran enviados a los castillos de otros señores a los que servían directamente y de ellos aprendían el arte de ser caballeros. Empezaban por llevar las armas y los escudos, y de ahí el nombre de "escuderos" que se les daba. En los castillos recibían además instrucción literaria y musical, y aprendían idiomas. Se forjaban pues, hombres y caballeros aptos para la guerra y también para la vida palaciega y social de la época. Cuando Urbano II fué nombrado Papa de la cristiandad, se convocó el Concilio de Clermont. El Papa tenía la idea de unir a toda la cristiandad y para ello utilizó recursos tales como hacer predicar a Pedro el Ermitaño, recién llegado de la Tierra Santa ocupada por los Turcos. Al grito de "¡Dios lo quiere!" Francia dió el primer paso en la unificación de los pueblos cristianos al movilizar un ejército conjunto a base de caballería, que debía rescatar del turco las tierras palestinas. Las Cruzadas duraron tres siglos, con suerte diversa, pero movilizaron a la caballería de todos los países europeos, y muy especialmente a las de occidente. Ello obligó a la repoblación equina y para ello se procuró por todos los medios traer sementales de oriente, lo que sirvió para mejorar sin cesar las especies particularmente en Francia, en Italia y en Alemania, porque aunque los caballeros de la época necesitaban para la guerra caballos pesados y potentes, también gustaban de utilizar caballos elegantes ligeros y rápidos para la caza, los torneos, las justas y los juegos, así como para el tiro de vehículos de viaje. Entre batalla y batalla, o en épocas de paz se generalizó el empleo del corcel en torneos y juegos a caballos, como una preparación para el tiempo de guerra. Con el tiempo, estos entrenamientos para la guerra habrían de convertirse en el deporte hípico.
historia del hipopótamo
historia del hipopótamo
Muy de mañana el hipopótamo se levantó, triste, tal vez aburrido de ser él, y se miró al espejo, poco a poco, se convenció a sí mismo, que debía cambiar su aspecto; tomó la pintura blanca y se la vació en el cuerpo, con cuidado de que no le entrara en los ojos. Luego de que secó la pintura, se hizo líneas negras con una brocha delgada, y cuando hubo terminado se acomodo el cabello –“ahí está, una ¡cebra‼“.
Salió de casa, cruzó todo su barrio maquillado como cebra, ante la mirada desconcertada de los vecinos y los animales que se encontraban en la calle, y se fue a parar junto a todas las cebras, que lo observaron un momento, y luego continuaron comiendo hierba; el hipo, jugó a retozar en el campo y comió hierbas también, trató de platicar elocuentemente con ellas, y se esmeró porque la pintura no se le escurriera con el sudor. Al final del día regreso a casa más decepcionado de lo que se levantó: “No puede ser” pensó, y comenzó a desmaquillarse, obviamente no era una cebra, así que se fue a dormir muy enojado.
A la mañana siguiente, repitió la operación, pero con pintura amarilla y motas café tenue, y se fue a parar junto a las jirafas. Está vez, observo sus juegos, escuchó todos los temas de los que platicaban, pero la decepción en la noche fue peor, no solo no pudo comer, porque las jirafas solo comían de las hojas más altas, sino que nadie entendía su idioma, y una vez más se fue a dormir frustrado y enojado.
Durante toda esa semana probó con diferentes pelucas y maquillajes para ser león, impala, tigre, elefante… todas las veces con resultados igual de decepcionantes, y aunque estudiaba en los almanaques el comportamiento y la naturaleza de los animales, nunca pudo ser uno de ellos, por más detallado que era su disfraz. Así que el domingo por la mañana se levanto temprano y se fue al estanque, metió las patas delanteras y después fue entrando lentamente hasta quedar sumergido, otros animales muy parecidos a él, retozaban en el estanque y se bañaban contentos, porque el día era muy lindo. El hipo no vio mal en acercárseles, jugó a mojar a todos y a refrescarse, platicó de muchos temas comunes y de preocupaciones reales del mundo de los hipopótamos. Al final del día se miró al espejo mientras se lavaba los dientes –“vaya sorpresa, soy un hipopótamo”.
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